Para la historia de los fondos de la Real Biblioteca existen otras tres procedencias significativas en la colección de impresos aldinos. La primera corresponde a Francisco de Bruna y Ahumada (1719-1807), oidor de la Real Audiencia sevillana, hombre ilustrado con inclinaciones anticuarias y eruditas. Buena parte de su librería ingresó en la Real con Carlos IV. Bruna llegó a reunir una notable colección de impresos, entre ellos varios incunables en su mayoría procedentes del entorno de Compañía de Jesús en Sevilla (la Casa Profesa y el Noviciado de San Luis). Es el caso de la edición de los Scriptores astronomici [6], un ejemplar que Juan de la Sal, obispo auxiliar de Sevilla con el título de obispo de Bona, donó al Noviciado en la primera mitad del siglo xvii. Este incunable había sido antes del médico salmantino Juan Martín de Azofra, muerto en 1615 [enlace ex libris]. El ejemplar de los Astronomicorum libri octo impresos por Aldo en 1499 que acabó en manos de Bruna, carece de las hojas correspondientes a las signaturas *6, a-g10, h12, aa-hh10, iikk8 que debían contener el tratado de Fírmico; faltan también las signaturas G2, T1-T8 que ofrecerían el tratado de Proclo con el comentario de Linacro. Esas carencias se suplen con el texto correspondiente a la reedición de los Astronomicorum libri publicada por Francesco Mazali en Reggio Emilia el año de 1503, coincidente en todo con la aldina salvo en el colofón. [Los libros de Francisco de Bruna en el palacio del rey, Sevilla, Fundación El Monte; Madrid, Patrimonio Nacional, 1999].